Si yo no soy sexy él lo es mucho menos. En su casa no tengo que timbrar y a menudo lo encuentro en "El Trono" o en la cocina abdomen protuberante a centimetros de la flama, o en la television con las manos dentro del boxer. Siempre que voy a su casa tenemos sexo, aunque por una buena porción del tiempo no parece que le apeteciera a él, y mucho menos a mi. Pero entonces me besa, con esa garra que me hace entender al 135% por qué lo voy a extrañar cuando ya no nos amemos.
Ese día no lo encontré en la sala, ni el la cocina, ni el baño. De hecho, supe justo donde estaba por el camino de pétalos que indicaba su habitación. Sudaba copiosamente rodeado de 6 ó 7 velas, acostado de lado en la cama. Era evidente que se había deslizado por el estado del cubre cama y yo nunca había visto una forma mas matapaciones de cubrise los genitales con una sabana. No pude evitar la carcajada y él, con tono grave me dijo que yo no apreciaba los detalles que el tenía conmigo.
-Me escribí te amo en el cuerpo con lapicero comestible para ti- Dicho esto, procedí a reir tan fuerte que estuve a un pelo de necesitar una mascara de oxigeno. En algún punto de mi carcajada, debí contagiarlo y nos reimos por un buen rato, antes de apagar las sofocantes velas y encender la luz.
Si en verdad había escrito te amo, ya se había borrado. Quedaba la melcocha de la tinta en las sabanas y un olor a carmelo de fruta y caucho, o eso me parecía. Se fue a dar una ducha rápida mientras yo cambiaba la ropa de cama, donde descubrí el lapicero de tinta de frambuesa, que no sabía nada mal. Esperé a que el amor de mi herida saliera de su ducha y se tirara de espaldas en su cama recien hecha.
-Qué haces Mausa?- Me preguntó contorcionando el cuello, mientras yo escribía el nombre de su ex desde su cuello hasta la base de su espalda.
-Un pequeño ritual- Le respondí antes de deslavar el nombre con mi lengua.
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