Una vez me quise morir, ahora no quiero dejarme matar y ando por la ciudad con la cartera en un abrazo de oso y el dinero en los calcetines. Le pago al del café descaradamente con los billetes hediondos y me busco entre las tetas el encendedor para prender el cigarro que no debería estar fumando por cuestiones de salud. Lo termino para subirme al metro tratando siempre de pescar al cesmet mirándome el culo, de montarme en el vagón mas vacío y de mantener la cartera siempre en ese abrazo de oso hasta llegar al destino y bajar por la escalera llena de gente - que fastidio! sin detenerme a pensar que yo también soy gente y que también soy un fastidio para los otros.
Ya se ha hecho oscuro y tengo que decidir si irme en motor y morir atracada o atropellada; si irme en taxi y que me secuestren y me violen o maten o que se yo, o si sentarme a esperar que pase la nube de Goku. Llego a casita, mas o menos a las 7:30, dejo los zapatos donde caigan y me encuentro a mi pequeño batallando con un juego del iPad, le ayudo, porque me paga con la sonrisa mas inmensa del mundo y se vuelve al sofá como si no existiera.