Las estaciones

 Puede que me equivoque. Y que vea tus intentos de acercarte a mi como lo que no son.


Y digo que puede ser, y no que es, porque contigo no se sabe nada. 


Nuestra chispa no fue una chispa si no un incendio de verano. Y aunque te engañaba igual o más que tu a mi, en el otoño de nuestra relación yo tocaba la nuca de los otros buscando la textura de tu pelo y siempre, siempre caía como una hoja seca hasta tus pies. 

Entonces llegó el invierno. Que es frío, gris, solitario y escaso de cariño. Te fuiste de mi vida y dejaste que me muriera de hipotermia. Nunca volviste a tomarme la llamada. No escuchaste mis súplicas, mis ruegos y yo que soy de puro hierro aprendí a morder el frío y esperar un día mejor. 

Pero pasaron años. Incluso recuerdo con amargura el momento en el que me di cuenta de que tenía más tiempo esperando que volvieras que los meses (días?) que estuvimos juntos. Es más llegué a dudar que alguna vez fui algo más que un eslavon en la cadena de culos gordos que te dabas. Pensé que, quizás había alucinado una relación contigo cuando solo fui una excusa para hacer enojar a tu mamá.

Por un minuto pensé que habías ganado. No veía más que gris y no hacia más que sabotear a cada pretendiente. Me convertí en tu frío. En la cama contigo inclusive. Llegué a pensar que nunca más volvería a sentir nada y acepté tus migas porque eso es lo que hace un muerto de hambre. Mastiqué tu hielo. Se me quedo pegada la lengua en tu metal.

Pero nada es para siempre. De repente experimenté el nacimiento de una florecita. Y de esa florecita se dio un jardín. Había durado tanto tiempo en el frío que a pesar de ya no estar expuesta a ti seguía influenciada por tu forma de mirar las cosas. Veía el jardín, si, pero no entendía qué debía hacer con ternura o felicidad o tibieza. Viví mucho tiempo mirando las cosas buenas con cinismo, porque no captaba que el que estaba mal eras tu al ignorar mi dolor. Que si alguien te ama a pesar de tus defectos debe nacer de ti amarle también; contrario a abandonarle en medio de una depresión. 

Y ahora? Aquí estás. Harto tu propio frío. Pidiéndome un abrazo que en tiempo atrás moriría por darte pero ahora me es imposible proporcionar. Me agobias con el peso de una tristeza que tu mismo te creaste. Tu pudiste estar aquí conmigo regando flores. A esta fecha pudimos haber sido invencibles, pero tu tomaste tu decisión.

Y... Yo tomé la mía. 

A ti te toca lidiar con el hecho de que no me importa que me desees. Déjame florecer ahora que pude y llévate tu frío contigo. 

No hay comentarios: